La bronca fue
tremenda. En esta ocasión, nada detuvo
la avalancha de reproches retenidos durante tanto tiempo. Reproches lanzados cual puñales que, certeros,
alcanzaban su objetivo, clavándose hondo…, hiriendo de muerte.
Al final, esa última
desavenencia consiguió liberar aquel cúmulo de emociones destructivas. Su amor había comenzado con vigorosa fuerza
indómita y así, con esa misma pasión –pero esta vez devastadora– terminó
Dos caras de una misma moneda. El amor y el desamor, principio y fin unidos por la intensidad de la pasión, que a veces construye para destruir más tarde aquello que creó. Me gustó este micro.
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