A veces, no siempre, son los culpables del tamaño de nuestra
sonrisa. Blancos, amarillentos,
montados, separados, pegados, grandes, pequeños, sobresalientes, escondidos;
aun así, algo común los une. Son los
responsables de que nuestro estómago se resienta o funcione bien. Entre ellos deben ponerse de acuerdo en qué
se les resiste de todo lo que pasa por la caverna bucal. Su sensibilidad es altamente delicada: frío o
caliente puede causar estragos entre ellos, igual que materiales o alimentos
con resultados agresivos y con el consiguiente deterioro. El mensaje que recibimos de ellos debe ser:
–¡Cuídennos
por favor!, defenderemos el territorio como si de soldados se tratara, ante un
enemigo constante.
Bienvenida al taller!!! He de decirte que, partiendo de lo que he leído, prometes como narradora. Buen uso del lenguaje
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