Cuando llegué a este
mundo, mi abuelo fue el elegido para ir a registrar mi nombre ya que mi madre y
yo vivíamos con los abuelos. Mi padre
estaba ausente; por su trabajo, ni en esos momentos pudo estar presente. Lo que no pudo ser, no fue.
Llegó el día de que mi
abuelo partiera a la misión que le había sido encomendada; ir al Registro. Mi madre le recordó mi nombre: se llamara
Mayore. En el momento de decirlo, al ser preguntado, mi abuelo se llevó las
manos a la cabeza; la estrujaba y por mucho que lo hiciera, de la cabeza no
salía ni una gota de su memoria.
–Es…, es… –repetía una y otra vez…
De pronto, dijo
gritando:
–¡Mary Cuqui!
De regreso a casa, se
preguntaba qué había hecho, se decía que lo iban a matar, ¡Dios mio!, se le
había olvidado. Luego, les explicó que
Mary porque se acordó de una novia que había tenido de joven en Cuba y Cuqui,
el nombre de su perrito que tanto quería.
–¿Sabes? La llamaremos tal como tú la inscribiste –le
dijo mi madre– Maricuqui.
Yo quise mucho a mi
abuelito. Lo recuerdo sentado en su sillón con Cuqui a sus pies.
Divertida historia, contada con el habitual tono que te es característico, Águeda. Gracias por regalarnos sonrisas las tardes de los jueves
ResponderEliminar