A ver…
Debes estar preguntándote qué hago aquí hablándote entre rejas. Pues yo, hablar y tú escuchar, por lo que me
han dicho mis carceleros. Yo no quería
matarla, pero lo hice y tengo aquí toda la vida para arrepentirme. Esa será mi tormenta. Tú, en cambio, vienes de otro mundo y claro,
eso allí no lo entienden. Cuando la
maté, caía sobre ambos una fuerte; sí, eso, una tormenta. No me mires así, supongo que no sabes lo que
es. Intentaré explicarte. Tormenta es cuando el cielo rompe con fuerza a llorar y el agua nos
empapa sin piedad. Es fuerte, poderosa,
aturde los oídos y el alma. Mi alma
atormentada de culpa. Caos de cosas, de
nervios, de rayos que iluminan. A mí, de
dolor, a ti esos brillantes ojos saltones y amarillos de extraterreste con los
que me miras sin entenderme…
Me gusta este soliloquio que juega con lo literal y lo figurado, sin que existan puentes entre ellos, lo que permite al lector elegir la opción que desee. De ese modo, todas las posibilidades quedan abiertas, otorgando a este microrrelato múltiples lecturas.
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