Pues
sí, en una hora sucedía todo de lunes a viernes y a las seis de la mañana. Yo
me sentía como James Steward y Grace Kelly, en la película “La ventana
indiscreta”, “Sólo me faltaban los prismáticos”.
Justo a esa hora
se encendía la luz de la cocina del piso que me quedaba enfrente. Yo sólo necesitaba incorporarme un poco de mi
cama y ver el espectáculo. En ese momento ella aparecía con su pelo alborotado,
su bata vieja y mal abrochada, sus zapatillas deshilachadas arrastrándose por
la cocina. Con desgana comenzaba a preparar el café, a calentar la leche, a
tostar el pan. Traía la mermelada, la mantequilla, volvía a abrir la nevera,
ahora le tocaba a los huevos, la tocineta. A través de las ventanas
entreabiertas me llegaba el aroma, sí, supongo que era buena cocinera.
Momentos
después aparecían los niños, eran tres. La mayor siempre tratando de subirse la
falda, enrollándola en la cintura y los más pequeños protestaban, quizás
querían panquecas con miel, eso yo no lo oía, o porque la leche estaba
demasiado caliente, o la tocineta fría. Ella sin inmutarse, seguía trajinando y
soportando los malos humores mañaneros.
De repente
aparecía el esposo bien trajeado, siempre con unas elegantes corbatas y el pelo
engominado y por sus gestos parece que le exigía a su mujer, que en vez de
huevos fritos quería tortilla o que en lugar del café, hoy le apetecía un té.
Por fin todos
parecían satisfechos, los hijos agarraban sus mochilas y se despedían con un
tímido movimiento de sus manos y el padre le daba un beso fugaz en la mejilla.
Todo estaba en calma y ahora ella se sentaba, tomaba un sorbito de su bebida
preferida y pensaba en las tareas que seguían a continuación: lavar la ropa,
fregar el piso, preparar almuerzo y cena y un largo etcétera. En ese momento
empezaba de verdad su día.
Se acercaba al
tocadiscos y ponía a todo volumen música bailable: mambo, bolero,
cha-cha-cha…cuánto más movida mejor. Se descalzaba, se hacía una coleta en el
pelo y fuera esa horrible bata…y ¡a bailar! Su cuerpo se volvía un torbellino,
movimientos voluptuosos, insinuantes…jamás vi una bailarina profesional
moviéndose con ese estilo. Vaya ritmo, todo sensualidad, su cuerpo parecía
flotar.
Una sola hora en
la vida de una mujer dan para mucho.
Este podría ser el comienzo de una novela que compraría ahora mismo, Alicia. Me encanta el ritmo narrativo, la atmósfera creada, lo que cuentas y la historia enorme que se presume detrás de este relato. Maravilloso es el adjetivo que se me ocurre en este momento.
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