Esas negras nubes que planean en el cielo,
avivan mi percepción de caerme
en un ahondado
sufrimiento. El paisaje descuartizado que se presenta ante
mí, me lleva a
vislumbrar pasos ciegos encaminados a una agonía latente, que
intuyo, no dejará de callar en su insistencia
hasta arrastrarme hacia el quemar
definitivo de mis palpitaciones. El aire, que
mi olfato se resiste inhalar, circula
contaminado de
pesadillas dispuestas a plasmarse en mi realidad. El mar, por su
parte, muestra su agresividad al golpear mis
esperanzas hasta dejarlas sin
aliento.
Ante este panorama desolador, caigo
desplomado; mi cuerpo ya débil
no resiste. Mi respiración se vuelve lenta,
mis latidos se desaceleran, el sudor
se manifiesta a borbotones como si de sangre
se tratara. Un dolor que parte de
mi estómago llega hasta mi tráquea,
obstruyéndola: aghh…
-¡Miau! ¡Qué trágico! -exclamó el autor- Menos
mal que desde que participo
en el taller de
narrativa, mi inspiración ya no viene tan cargada de tragedia.
Genial este final que echa por tierra todo el engañoso y abrumador aliento trágico del microrrelato. El lector respira aliviado, ante ese final tan liberador como divertido. Muy bueno. Miau!!!. El título es revelador: hace referencia a tus significativos avances en este mundo de la narración. Doy fe de ello.
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