Érase una vez un humilde campesino
que vivía en las verdes y frondosas tierras; una de las tantas que tiene América del Sur.
Cierto día, mientras trabajaba en
sus sembradíos, vio cómo se acercaba un
ser extraño; enseguida supo que ese ser no era de este planeta.
Este raro hombrecillo había llegado
a la Tierra con una única misión, ¡entender qué era la poesía!. Dado que no había nadie
más en los alrededores, decidió abordar al atemorizado hombre; y así, sin mucho
preámbulo, le pidió que se lo explicara.
Al
principio el campesino vaciló, sin embargo, una vez recuperado del susto, comenzó a
hablar:
“Carajo compae, chiquita vaina me etá echando usté. A ver como se lo digo, porque
yo no soy estudiao y de esas cosas poco sé, pero bueno… voy a procurar.
Mire,
allí en el cielo, ¿ve los rayos de sol po en medio´e las nubes…?. Venga, venga,
fíjese como la tierra generosa, me da sus fruto en pago al sudor´e mi duro
trabajo…; y, ¿ve estas flores que están por to el campo? Las hay rojas,
amarillas, blancas…, acérquese, huélalas, ¿verdá que huelen bien?, toas tienen un
oló distinto, y tos los días, cuando
vengo pa´ca pueo sentilo…
¿Ve
aquellos pájaros con plumas tan bonitas y oye sus cantos?, ¿a qué son lo mejó que ha escuchao nunca?.
Ahora,
va ir conmigo a mi ranchito, verá con el amor que me recibe mi mujer cuando vuelvo`e bregá; y
luego, tumbaos en una hamaca, veremos cómo se pone el sol por detrá aquella
montaña; son tantos los colores en el
cielo, que`os ojos se le ponen a
uno, aguaitos´e la alegría.
La verdá, no sé si he podido aclarárselo
bien, pero pa mí, compadrito, pa mí ¡eso´e la Poesía!”.
Me lo creo. Así podría responder tal cual un campesino tierra adentro en algún lugar de América del Sur y el supuesto extraterrestre se podría marchar tranquilo, sabiendo con certeza qué es la poesía. Dicho esto, excelente trabajo.
ResponderEliminar