Todo el mundo lo sabe,
siempre vuelven; aunque aquel crimen había sido…distinto.
A diario salía dar su
matinal paseo. Era muy agradable pasear
por su barrio de pequeñas casas ajardinadas, bien cuidadas y de gente pacífica
y educada. Había sido un acierto mudarse
allí; se lo tenía que agradecer a la insistencia de su dulce y encantadora
esposa…Claro que, ella conocía muy bien el barrio porque había crecido en
él. Y aunque guardara el terrible recuerdo
del asesinato de sus dos hermanas menores y la posterior muerte de sus padres
de una extraña y desconocida enfermedad, ella insistió en que había heredado la
casa y allí se irían a vivir el resto de sus días. Así mismo fue.
Se trasladaron a la antigua casa familiar.
Él había notado un
sutil cambio en la actitud de su esposa; estaba seguro que se debía a los
desagradables sucesos acaecidos allí pero, no dejaba de intrigarle la afición
repentina en convertir el jardín en un bello oasis, casi casi un
santuario. Había colocado hasta cuatro
cruces rodeadas de bellos rosales y perfumados alhelíes. Es más, hasta había encargado una nueva cruz,
en fin esa manía de su esposa no le molestaba ni lo más mínimo, si ella era
feliz así y la mantenía entretenida.
Un día, como de
costumbre, la esposa preparó la mesa para la cena con un impoluto mantel y un
primoroso ramo central. No cabía duda de
que ella era de una sensibilidad fuera de lo común, pensaba el marido, aunque
hoy no sabía por qué, al regreso de su paseo, había encontrado en el jardín esa
enorme zanja. No imaginaba qué pensaba
plantar allí. Miró a su esposa y le
recorrió un escalofrío al descubrir en sus ojos y en su sonrisa un brillo
macabro y estremecedor, no sabía si de satisfacción…
Come, querida, hoy he
cocinado algo muy especial. Una antigua
receta familiar que, desde que falta mi familia, no había vuelto a cocinar…
Un cuento oscuro, aunque sin estridencias, muy bien narrado, con buen ritmo y sutiles imágenes que llevan al lector de la mano.
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