Mi ser no solo se alimenta con un explosivo potaje con
gofio, no. Se alimenta con el murmullo
de los brezos y las hayas en un paseo por los montes de Anaga. El bramido de los pinos en un día de lluvia y
viento en el monte de la Esperanza. La armonía de las olas que se acallan al
romper en la playa de arena.
Remontándome a mi niñez, cuando el viento susurraba los
mensajes en mi querido San Andrés, el sonido de las olas batiendo en el mar de
El Golfo o el profundo silencio de la Hoya del Pino.
Mi alma y todo mi ser necesitan de esa naturaleza; olerla,
respirarla y pisarla, porque también de ella me alimento.
Alimento para el alma es conectar con la madre naturaleza para buscar paz y armonía a través de ella. Bonitos sentimientos, bonito escrito.
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