El día está
triste. Te levantas muy temprano. No
sabes qué hacer. De repente, miras para
la pared y ves una grieta en ella. Te
asustas, ¿qué pasa?, se rompe mi casa.
Vas, te
duchas y sales a la calle. Cuando
regresas, ya no te parece tan grande. Es
hora de comer, no tienes ganas pero vas a la cocina. No comes nada. Te sientas en el sillón, miras de nuevo la
pared y ahora sí, ahora las grietas son mucho más grandes. Te escondes en un rincón, ves bichos por
todas partes y las grietas siguen creciendo, tienen alas, hasta hablas con
ellas. Les pides unas para ti, te observan porque ven que tú no les tienes
miedo. Te conceden el deseo. De pronto, te conviertes en mariposa y sales
volando por la ventana.
Tu casa está
perfecta, las grietas solo están en tu imaginación. Procuras olvidar la soledad porque es
demasiado amarga y te hacen ver fantasmas o grietas donde no las hay.
Buen trabajo. Has sabido resolver muy bien la tarea de la semana: mezclar grietas de verdad con esas otras grietas que a veces se producen en el alma
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