Esa grieta, abierta por el dolor y la rabia, tenía que haber
cicatrizado en perdón y experiencia, pero… ¡no!. Cada vez se rasgaba más
profundamente, cada vez se alimentaba más
en las sombras de sus noches.
Ella había amado profundamente. Puso todas sus esperanzas en él y… ¡la
defraudó! Sus tierras no fueron bendecidas por un amor correspondido y, poco a poco, se fueron secando. Tan solo gritos de impotencia hacían rodar
sus piedras ladera abajo.
Él, había sido tocado por fantasmas abismales que
no le dejaban tranquilo. Su corazón de volcán derretía pasiones. Quiso
experimentar con otras montañas. Poco a poco, sus cenizas le cubrieron y ya no
era capaz de arroparla, de quererla, de postrarse a sus pies y pedirle perdón por
haberle causado tanto dolor.
La grieta dividió sus dos
laderas. Aguas turbulentas inundaron el Valle. En sus orillas crecían dos árboles,
pero fueron inoculados por el odio. De alguna manera, las sombras de sus padres
les alcanzaron. Sus pequeñas ramas no dejaban que los pájaros se posaran y solo
escuchaban, a los lejos, sus melodías. Sus cantos no fueron del todo inútiles. El eco llegaba a sus
tiernos brotes y les repetía una y otra vez que debían querer a las dos montañas. Aunque las percibían teñidas de rojo, los dos árboles sabían que, a su modo, ellas
fortificaban sus raíces y alimentaban sus flores.
La abuela montaña que tocaba el cielo intentaba bañar con lluvia
transparente estas tierras para fructificar sus corazones y proporcionarles aires
amigables. Sus esfuerzos no eran suficientes para despertar el amor de antaño
en forma de respeto y buenos deseos. En su cima alguien enviaba luz de Sol. Quería ayudarles, pero respetaba el libre albedrío.
Confiaba que, con el tiempo, todo volvería a ser fértil otra vez. Pero, a veces…
lloraba.
Sensibilidad la tuya, Carlota. Esta grieta metafórica encierra tanta simbología, tanta sutileza… que se desborda para emocionar a quien la lee. Así, sin aspavientos, lleno de ternura a pesar del dolor que se adivina, nos conduces al relato de un desamor, paradójicamente, lleno de él…: de amor a borbotones. Me ha encantado. Un abrazo
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