Mi nieta se
acurrucó a mi lado con su gatito en brazos y me susurró: abuela cuéntame un
cuento pero no de esos de princesas y castillos que ya me los conozco todos.
Bueno nena,
vamos a taparnos los tres con la mantita y te aseguro que te gustará: piensa en
un pueblito bien pequeño sobre una colina,
pero no creas, tenía su iglesia,
farmacia, panadería, librería y un joven médico o sea todo lo que las personas
necesitamos para sobrevivir.
Una espléndida
tarde, llegó a esta adormecida comarca un circo, con todo el estruendo y la
fanfarria que eran capaces de producir los tambores, las trompetas, los
trapecistas haciendo equilibrismo, la mujer barbuda cantando, el hombre mono
saltando de un lado a otro y también…un gato. El gato montado encima de un
elefante parecía un emperador, como si todos debieran rendirle pleitesía,
además tenía puestos unos estrafalarios anteojos.
El día de la
inauguración del espectáculo, las personas más importantes del pueblo fueron a
saludar al director de la compañía que estaba en medio de la carpa, rodeado de
un público entregado.
Primero se
acercó el alcalde. En ese momento al gato que estaba sobre un taburete, se le
cayeron los anteojos y lo miró el pobre hombre que al parecer no era muy
honesto, cambió de color y se volvió violeta. Al mirarle, su mujer se acercó
asustada, el gato desvió la mirada y ella, que se decía en el pueblo era
envidiosa, se volvió de color verde. En vista de los acontecimientos el
recaudador de impuestos quiso arreglar el asunto pero también a él lo miró el
gato y se convirtió en un tono gris que no era nada agradable. El panadero, que
acostumbraba a aumentar los precios en su negocio, empezó a gesticular, el gato
le lanzó su poderosa mirada y tomó un color amarillo que asustaba. La hija del
farmacéutico secretamente enamorada del médico se quiso marchar pero el gato la
miró fijamente y se puso absolutamente escarlata.
-¿Por qué
pasaron esas cosas?-, me preguntó mi nieta. Bueno…era un gato mágico, no me lo
he inventado, lo vi en la película…”Un día, un gato”.
El gato fue el
encargado de revelar las profundas verdades que oculta el alma humana,
lamentablemente los puso en evidencia.
-Espero mi nena
que si algún día te tropiezas con ese gato permanezcas con tu mismo color.
-Abuela, estás
toda roja.
-Sí mi niña, tú
también, eso es por el chocolate caliente que nos estamos tomando.
Genial, Alicia, como todo lo que escribes. Permanecí bajo el influjo del relato mientras leía, sintiéndome como esa nieta que escucha embrujada lo que la abuela cuenta. Exquisito ese giro final. De 10.
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