No sabemos
cuánto tiempo más tardarán en venir a abrirnos la puerta. Cada mañana, desde
hace tres meses, escuchamos pasar al butanero con su tintinear de bombonas
chocando unas con otras. Lo peor que llevamos de este encierro circunstancial y ante tan bajas temperaturas, es
bañarnos con agua fría.
Nuestra
despensa está llena, cada semana alguien
nos surte, según nos portemos y sí cumplimos con el objetivo propuesto. Después
de tres meses de encierro, sin ver a nadie más que a nuestros compañeros de
juego, la rutina diaria nos hace recordar nuestro cautiverio
voluntario, que convierte cada momento
del día en una pesada carga.
¿Qué
necesidad me hizo llegar a este punto de mi vida? Entrar en un concurso
televisivo que siempre había visto como algo vulgar, chocante y hasta hortera.
Vender mi vida privada para todo el que quiera
ver mis miserias y mis alegrías porque, aunque lo que se pretende es aparentar
teatralizándolo todo…es imposible que con el paso de los días no muestres tu
ser, tal cual es, por dentro y por fuera, sin máscaras.
Ya
sé la respuesta…, vine aquí para huir
de todo lo que se cuece: envidias, corruptelas, “quítate tú, pa ponerme yo”,
hipocresías, egos disparatados y disparos perdidos que salen de mentes enfermas;
…mejor encerrada sin agua caliente.
De este relato me gusta el subtexto, lo que subyace debajo de lo que se cuenta. Como casi todo lo que escribes, invita a la reflexión, nos anima a mirarnos en el espejo de la verdad. Y por si nos quedaba alguna duda, ese final con sorna nos lo clarifica.
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