Acababa de ver el mundo por vez
primera, sentía frío y estaba mojado; algo apelmazaba mi cuerpo. Unas cálidas
manos me limpiaron cuidadosamente y me secaron con dulzura. Ahora me
sentía cómodo y dichoso. ¡Estaba
reluciente!.
No había nacido muy bien dotado,
realmente era bastante escuálido -casi no se me distinguía-, pero yo me sentía
fuerte y orgulloso; poseía un hermoso
color castaño dorado y una suavidad que cautivaba a todo el que me acariciaba.
El tiempo pasó y al cumplir tres años ya había cambiado. Era más grande, más fuerte, y mi color
un castaño intenso. Crecía sano y
con la seguridad de que pronto llegaría a ser hermoso ¡como siempre había soñado!.
Pronto llegó mi quince cumpleaños,
¡si hubieran podido verme!, era todo lo
que había deseado ser. ¡Estaba tan orgulloso de mí!.
Dicen que cuando se es feliz el tiempo pasa muy de prisa, y es verdad, ya
que así fue como llegué a cumplir los veinticinco; sin embargo ese día fue muy
triste para mí. Recuerdo como sin ninguna piedad me acortaron. Me convirtieron
en un ser pequeño y triste. Me sentía vulnerable; algo de mí se había quedado
por el camino y advertía que no podría recuperarlo nunca. ¿O tal vez me
equivocaba?...
Los años fueron curando las heridas
y en mi treinta y cinco cumpleaños, todos los temores del pasado habían
desaparecido; aquellos días cuando me maltrataban con brutales métodos de
belleza habían quedado atrás. Estaba más hermoso que nunca. Mi cuerpo frondoso y brillante, de un color
castaño profundo era -sin temor a ser pretencioso- la envidia de muchos de mis
amigos. ¡Qué bueno era que me cuidaran tanto! ¡Que felicidad!
Hoy, que he llegado a la madurez de
mi vida no puedo quejarme; sigo recibiendo los mejores cuidados y atenciones,
por lo que sigo teniendo una apariencia bastante agradable. Aunque tengo mis
días malos –todos los tenemos-, puedo decir que he tenido una buena vida y que
seguiré disfrutando de ella mientras continúe aquí.
Me ha gustado que sea el propio pelo quien cuente su historia. Que lo hayas personalizado me parece un acierto. Muy buen relato, Carmen
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