Nacemos desnudos, lo cual quiere decir
que la desnudez no es ningún pecado pues de esa manera Dios nos manda a este
mundo. Lamentablemente, por culpa de Adán y Eva, debemos cubrir nuestros cuerpos;
yo diría que también el frío tiene su importancia.
Recuerdo que, siendo yo una niña,
caminando en la procesión de Semana Santa, pasamos delante de una casa con las
ventanas abiertas y las luces encendidas a través de las cuales, se podía ver
ocupando casi toda la pared del salón, el cuadro de una hermosa mujer desnuda mirándose al espejo. Un hombre con cara de
pocos amigos nos miró y levantó el volumen del tocadiscos. En ese momento no
comprendí semejante comportamiento, con los años es más fácil de entender.
Sea como fuere, la desnudez es
llamativa, es frecuente leer en los periódicos: la artista fulana se olvidó el
brasiere en casa y enseñó más de la cuenta o el deportista mengano nos muestra
sus brevísimos calzoncillos de tal marca.
La desnudez, según las antiguas
civilizaciones, simbolizan al hombre en armonía con la naturaleza, eso nos trae
a la mente la escultura en mármol blanco de David, hermosa inspiración de
Miguel Ángel, donde no es la desnudez sino su perfección lo que nos impresiona.
Las señoras estamos muy bien
representadas en el cuadro de las tres gracias de Rubens, aunque tanto la
alegría, como la belleza y también el encanto, o sea las tres, lucen
como adictas a los dulces; creo que el autor era buen conocedor de las
debilidades femeninas.
Y, como estamos hablando de desnudos,
revelaré que una vez nos topamos con una playa nudista, realmente fue la
casualidad la que nos llevó hasta allí. A cada rato mis hijos varones corrían a
decirme cuántos señores o señoras sin ropa habían contado. Yo me hacía la
desentendida y al rato me di cuenta de que fue el mejor remedio pues se
fastidiaron de contar y siguieron con sus juegos infantiles.
Y
por último nuestro admirado Juan Luis Guerra también quiere decir algo al
respecto:
Te regalo un otoño
un día entre abril y junio
un rayo de ilusiones
un corazón al desnudo.
Desnuda de palabras ante esta lúcida monografía tuya sobre la desnudez y sus vericuetos. Muy buena.
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