Me gusta ir
a caminar por el monte, siempre que tengo tiempo, para respirar su olor a pino,
el frescor del ambiente, el aroma a hojas secas…
Camino y camino, hasta que llega el momento en que me apetece sentarme y
cerrar los ojos para disfrutar a plenitud de todas esas fragancias
maravillosas. Entonces, me quedo
pensando en mi niñez porque yo, en la época de Navidad, solía irme a un
pueblecito donde vivían mis abuelos.
Recuerdo que, al levantarme por las mañanas temprano, respiraba aquellos
mismos olores. Salía fuera de la casa y
cogía el barro que se había formado por la lluvia para hacer figuritas con
él. Luego, despegaba el musgo de los
muros y me entretenía en formar mi particular Belén. De aquella misma época, recuerdo a mi abuela
cocinando con leña, lo que hacía que sus caldos fueran exquisitos, además del
delicioso olor que desprendían.
Mis caminatas por el campo, entre olores y recuerdos,
suelen ser siempre de lo más agradables y reconfortantes.
La niñez es un territorio donde viven y perviven recuerdos imborrables. Sacarlos del fondo de la memoria para contarlos es una tarea hermosa y sanadora. Escritos con el lenguaje del corazón, es siempre un gustazo escucharlos. Intuyo que detrás de esa abuela entrañable debe haber muchos relatos esperándote.
ResponderEliminarMe encanta que estés tan entusiasmada con tus clases de narración,eres muy emprendedora y entusiasta en todo lo que te propones,espero que sigas mejorando cada jueves,eres un ejemplo mama.
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