Está en mi vida desde muy pequeña. Ya decía mi abuela que algún día sería mío,
como anteriormente había sido de mi bisabuela.
En el siglo XVII, estaba colocado en el salón principal donde todas las
señoras que llegaban, se recreaban en él.
Es muy bello, su marco de unos quince centímetros está adornado por
pequeñas rosas, bañado con pan de oro.
Es increíble pero, no tiene ni siquiera una sola manchita; está en
perfecto estado. Sólo se le nota en los
laterales, como si alguna vez hubiese estado en otra posición y, es la
verdad. Antiguamente las casas eran de
techos altos y se ponían en posición vertical para verse al completo.
Cuando fue mío, lo coloqué apaisado pues es la forma más
favorecedora para mi decoración. Desde
hace cuarenta años es de mi propiedad.
Lo cuido y lo quiero como la joya más importante de mi familia. Tiene más de trescientos años y a veces,
mirándome en él, le pregunto:
-¿Cuántas cosas sabrás, todo lo que habrás visto y todos los
que se habrán visto en ti, mi queridísimo espejo?
Una joya guardada con orgullo, amor y respeto. No es para menos
ResponderEliminarEntiendo porqué ese espejo significa tanto para tí. Alicia
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