Se encontraba en la repisa del dormitorio de mi
hijo; él quería tenerlo cerca. Llegó
hasta allí como un legado, una herencia.
Mi familia deseó que yo lo conservara.
Todos estuvieron de acuerdo.
Puedo decir que el objeto que más me ha impactado,
que ha causado una honda impresión en mi vida es: el retrato de mi padre. Es una foto sencilla, como era él. Con un
marco irrelevante, sin importancia, su contenido es tan hermoso que cualquier
adorno frívolo palidecería en semejante compañía.
Cuando pienso en lo que hizo; fueron tantas las
cosas en las que me orientó, me ayudó,
hasta me inspiró, que no terminaría nunca.
Entre los memorables recuerdos, evoco ahora cuando me acompañaba a
clases nocturnas o, sobre todo, cuando me llevó de su brazo a casarme. Estaba radiante, orgulloso, feliz; los dos
caminábamos entre nubes.
Y qué puedo yo sentir hacia una persona que hasta el
final estuvo siempre presente, siempre disponible para cualquier eventualidad. Pues, admiración, respeto, agradecimiento y
mucho amor.
Debo admitir que el retrato ya no se encuentra en su
sitio. Cada vez que entraba al
dormitorio de mi hijo y me encontraba con esos ojos tan azules, tan dulces,
compasivos y cariñosos, no me era posible sostener esa mirada, hasta que me vi
obligada a ponerlo boca abajo.
Que esta semblanza sirva como homenaje a la memoria de una persona tan importante en tu vida: tu padre.
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