Soplaba
una brisa fría que calaba los huesos, mientras yo caminaba por las calles con
paso firme. Al pasar frente a un
establecimiento comercial, me asaltó un súbito olor que me hizo parar en seco y
retroceder dos pasos. Esos dos pasos
fueron cuatro décadas atrás en mi memoria.
De aquel comercio salía un olor que me sacudía los recuerdos; olía a mi
niñez, fluía una estela a tiempo pasado.
El establecimiento era una venta de víveres. La contemplé con nostalgia por lo que me transmitía. El suelo era un tablado de madera.
-
¡Cuánto tiempo sin verlos! –pensé
Seguí
explorando con la mirada, el mostrador también era de madera, pintada de marrón,
sobre el cual descansaba un garrafón de vino, un recipiente redondo, con unas
sardinas secas de barril, unos grandes frascos de boca ancha repletos de
pastillas de colores y una cesta con rosquetes laguneros tapada con una
red. Cerré los ojos y mi mente voló,
tomada de la mano de aquel maravilloso olor a recuerdos del ayer pero, solo
fueron unos segundos, ya que el tenaz frío se encargó de traerme de regreso.
Yo
hoy no estoy realmente segura de si lo que vi fue real o producto de mi
imaginación, influenciada por ese olor pero, lo que si tengo claro es el olor
que percibí y lo que transmitió. Eso si
que es algo incuestionable y que no puedo olvidar.
Olores que nos llevan al ayer, como las magdalenas de Proust. Genial relato lleno de sensaciones.
ResponderEliminarMe encanto este relato, tanto que he sentido su olor y, acompañado de esas fotos con esas recordadas pastillas, mi mente también bolo al pasado, las felicito a las dos un beso Carmen.
ResponderEliminarCon este relato, me llegan un sin fin de recuerdos y sensaciones. enhorabuena lo he disfrutado, Rosa.
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