Una mañana me fui de visita a casa de mi tía
Luisa. Ella tiene muchos muebles
antiguos y yo, ese día, me entretuve –no sé por qué –en abrir las gavetas de
uno de ellos hasta que, de pronto, me llamó la atención un objeto pequeño. Al cogerlo en mis manos, supe que se trataba
de una bonita polvera. Le pregunté a mi
tía cuántos años podía tener aquella reliquia y me contestó que entre cuarenta
o cincuenta años.
Volví a contemplarla, apreciando muy despacio cómo
estaba hecha, toda forrada de raso de muchos colores y dibujos de
florecillas. El borde era todo de latón
dorado. Al abrirla, comprobé que aún
tenía restos de polvos para el rostro y su espejo estaba intacto. Al tenerla en mis manos, sabiendo un poco de
su historia, me dio mucha ternura y le pedí a mi tía Luisa que me la diera para
guardarla yo.
Hoy, esa polvera que un día me encontré por
casualidad, es mi mayor tesoro.
Un objeto a veces adquiere valor por las cosas que cuenta, por los sentimientos que despierta. Tu polvera sin duda es uno de ellos. Bienvenida al Taller, Mercedes. Lo has hecho con buen pie y conectando maravillosamente con el grupo desde el primer instante. Felicidades por esta primera entrada en nuestro blog.
ResponderEliminarHa sido una suerte conocerte, espero seguir conectando igual de bien, un saludo Mercedes.
EliminarBienvenida Mercedes.
ResponderEliminarTu polvera ha dejado un sutil aroma a éxito, ya que llegas pisando fuerte, un beso.
Gracias Lilia por tus palabras para mi son muy importante, un beso Mercedes.
ResponderEliminarMercedes me ha gustado mucho tu relato, me encanta como escribes por que tiene much realismo.Estas demostrando ser buena narradora, sigue asi.
ResponderEliminarTeresa