Y pensar que mi madre decía…, Sonia,
una joven tan instruida como vos, ¿qué haces al lado de este hombre?... ¡Al
final sin haber sumado aún, una no sabe con qué parte del cuerpo piensa!, pero
las madres son las madres y, por más pequeñas que sean las piedras, una igual
tropieza con ellas, aunque ésta ya la llevaba en el zapato hacía tres años.
Aquella tarde de verano, me
encontraba viajando una vez más, a una ciudad grande como Sidney, ¡andaba como
loca!, ¡la empresa no iba nada mal!. Demetrio, mi esposo, se quedaba siempre en
la oficina, a gestionar citas y papeles.
Al llegar a destino,
siempre me llamaba, como recibiéndome de nuevo, aunque no estuviera presente,
¡toda una poesía de hombre!...Pero hace unos meses vi que tenía una letra
pequeña que no había leído…¿Sería que la libreta de matrimonio venía con ella?,
¡es que en ese momento, una la firma creyendo que no existen consecuencias!.
En aquel viaje me llevé su maleta
por ser más grande, y en uno de sus bolsillos, ¡una carta de sucio amor
había!...
Con tontas lágrimas borré sus líneas,
y al vagar toda la noche en mis pensamientos sobre nuestras vidas; desperté
lanzando por el retrete aquella misiva. ¡Siiii!...¡ya
estaba decidida a vivir sus fantasías, y a poner en órbita las mías! ¡Ahí le di
valor a poner la otra mejilla!...¡pero a otro hombre, que le dé significado a
aquella letra pequeña, que no conocía!...
¡Fue una gran desilusión!...por
supuesto, mi amor, ¡mi cielo!, ¡mi vida!... ¡Yo perdono!...
Pagar con la misma moneda parece ser la enseñanza aprendida de esta desilusión. La voz narrativa desde la que cuentas, me resulta creíble. Buen trabajo.
ResponderEliminarNo entendí lo de pagar con la misma moneda, creo, haber leído que pondría la otra "mejilla" pero con OTRO HOMBRE....es aprender a leer la "letra pequeña".....
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