¡Hoy llega mi amiga Ofelia!... y en
ese primer abrazo, como si fuera el último, me dirá: ¡otra vez lo mismo!,
¡esta vez regresarás conmigo!... ¡Todo
lo que representa mi silencio es lo burro de mis palabras!, pero ella me
entiende, sabe de mis penas, de mis sueños, a los cuales llena de imágenes que
no conozco, figuras oscuras que sus palabras pintan de todos colores.
Ofelia, la única amiga de mi
existencia, vivía en la sierra, hasta que se fue con sus padres a la gran
ciudad, una vida y cosas que no conozco.
Siento que de alguna forma, vivo con
lágrimas dulces, cada vez que viene, me cuenta mis sueños, fragancias, flores,
niños, el mar…
Llegué a tener plantadas en el fondo
de casa las flores que una vez me trajo, pero mi marido, el Pancho, las taló en
uno de sus tantos arrebatos, para que me dejara de tonterías, y me pusiera con
las cosas de la casa que para eso estaba.
¡Por una cosa o por la otra siempre
terminaba azotada!... Mi madre me decía
que la mujer está llena de sacrificios, que es como una maldición de la vida ,
¡cuánta razón tenía!, pero hay una excepción, Ofelia, no es de lo que me habla.
Me promete cosas que no sé si podré cargarlas, dejar la casa, dejar la sierra,
hacer realidad la mar, curar las heridas, sanar el alma. ¡Tantas veces le soñé
a las estrellas otros rumbos!, ¡tantas veces le pedí a la luna una salida!, y
el sol traía siempre la misma respuesta: ¡quédate aquí!...¡era mi cruz
destinada!.
¡Ya Ofelia!, ¡deja!, ¡deja!, mejor
háblame de ti, de tu vida, para que yo pueda recrear la mía, y era esa la única
forma que tenía de seguir soñando con nuevas cosas…que nunca tendría. ¡Me
sentía una Cenicienta de 30 días al año, probándose sus vestidos!... ¡30 días
para soñar!, todo un año mientras vuelve a caer mi sudor en la tierra que aro,
penando en el mar que desconozco, cuando mis sangradas manos, y el olor que
trae la brisa del agua salada… ¡Pero bueno, no me puedo quejar!, ¡tengo un
amplio horizonte y un gran mar de estrellas, que siempre saben acogerme como
una más de ellas!.
Pasaron los días y llegó el momento,
de pensar en el reencuentro, más que en
la despedida. Cada una a sus realidades, aunque yo seguiría en mis rezagados
sueños, hasta que la vida vea, en que momento despertar o seguir durmiendo.
Ofelia volvió a decir: ¡Jacinta ven
conmigo!...
¡No amiga, gracias,
¡mi lugar es éste!, ¡ya no tengo otra elección!, ¡sólo te pediré una cosa!...
¡Un poco de agua del mar que no
conoceré!...
Me gusta este relato, me creo el discurso de quien nos cuenta y puedo ver dibujado el personaje, así como acertadamente desdibujada a Ofelia, como símbolo de una realidad inalcanzable que es.
ResponderEliminarCiertamente, nos fundimos en Jacinta de tal modo, que desconozco el mar......y vivo frente a él....
ResponderEliminar