Juan llegó de trabajar al medio día.
Cansado, estacionó el camión frente a la casa, pero se dejó las llaves pegadas. Estábamos almorzando solos en la cocina, cuando oímos
gritos. Salió corriendo y descubrió con estupor que era nuestro hijo pequeño. Se había metido en el camión, lo había encendido y, como no lo podía parar, lo había llevado hasta
la esquina para finalmente estrellarlo
contra la casa de nuestra vecina del
frente. ¡Qué susto!, por poco el camión entra en el salón de los vecinos.
Pues sí que hubo motivos para asustarse. Travesuras infantiles que, pasado el tiempo, nos hacen sonreír al recordarlas, pese al susto vivido en su momento.
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