Era un día apacible de invierno, con
mucho frío, aunque de vez en cuando salía el sol a saludar; pero rápidamente
volvía a desaparecer. Me encontraba haciendo un reportaje fotográfico sobre el
muelle de mi ciudad; famoso por sus
aguas tranquilas y por la cantidad de barcos que varaban por allí cuando una
explosión azotó la tranquilidad del mar y arrastró a cuantos estábamos en la
bahía; y también a mi cámara; que desapareció al instante. Intenté buscarla
ante tanto caos. No sabía lo que había sucedido pero tenía que grabarlo. No la
encontré. Pero mi instinto me habló: ¡coño!, saca el móvil y graba, graba… No
puedes perder esta oportunidad de ser testigo de una tragedia en primer plano.
Ya me enteraría más tarde qué era lo que había pasado.
Bajo este sugerente título que invita a hacerse preguntas, se esconde un personaje con absoluta deformación profesional que despierta simpatía pese a que no hizo nada por ayudar.
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