Solía odiar a mi Sargento Rodríguez, un hombre frío, poco
accesible, creído y negro, pero algo hizo que aquella tarde, empezara a verlo
de manera distinta. Les cuento que una de esas tardes llegaba de guardia de la
casa presidencial, más que apresurado al Escuadrón de Armas al cual pertenecía
y después de tanto jaleo por fin volvería a casa, no hice más que llegar y dejé
el equipaje para pasar por agua y rajar, pero al hacerlo zas ¿Quién estaba allí?
El Alfajor de Pollo del Sargento rodríguez si se preguntan el porqué del apodo
es que para mí no existe me di la vuelta para hacer tiempo de que éste se fuera
y en ese momento me dice… ¡Buenas tardes agente Núñez! Al girar y verlo tenía
una expresión que para mí no le conocía de esas que ningún enemigo se alegraría
al verte, mantuve mi educación y no me quedó otra que responderle ¡Buenas
tardes mi Sargento! Y éste me dice…si tiene tiempo lo estaba esperando quería
hablar con usted…me di cuenta que tal vez quería limar asperezas y de que
aparentemente una educación latente tenía.
No perdí oportunidad de desvelar
tanto polo opuesto desde el primer día y le dije: que sí, que para mí no era
problema, ¡ya sabía yo que todo venía por la acalorada discusión que tuvimos!,
la cual me costó 30 días de arresto a rigor en un calabozo de no más de 2
metros, para que me enfriara todo por acusarme de algo que no hice y por
llamarle racista…¡claro! Queda gracioso viendo el panorama; como un muerto asustado
por un fantasma.
Llegamos al debate y dijo…Mire no sé
por qué me enfrenta, si soy la autoridad, me llamó racista delante de todos y
hoy me entero que también me dice Alfajor de Pollo…¿y sabe qué? No paraba de
reírme, mire aquí ingresan jóvenes sin valores con poca educación y yo lo único que he tratado
de hacer es medir los suyos, sólo eso…, al escucharlo sentí ganas que lo
fulminara un rayo y eso que soy manso
como agua de pozo pero con una sonrisa le dije…
Mire hay cosas que no
cambian como el que nace para pito y no llega a corneta. Antes de medir valores
habría que ver los que uno tiene y para hacer vales la autoridad, no es
necesario dejar de ser gente, cuando ingresaron a mi madre usted no me autorizó
a salir para verla, cuando estaba en el calabozo diciéndome que primero estaba
el ejército y después la familia a lo cual le dije que para mí es al revés, y
que es la primera vez que veía aun negro racista de su imagen, por lo cual no
debería tener espejo en su casa y seguramente lo afeitaría su mujer… si a usted
eso le sonó fuerte que deja para mí sabiendo que estaba violando el reglamento
al cual usted se rige como norma de vida, así que ya no queda nada más que
decir: Alfajor de Pollo.
La cara le cambió, parecía la bola 8
y sin más dijo “mañana tomaré cartas en el asunto y lo pasaré al calabozo por
faltar a la autoridad” y yo le dije…no encontrarás las cartas porque soy yo
quien tiene el mazo. ¡Se ve que no te has enterado que ya no vendré más!, pasé
la baja definitiva hace 3 días y para que medites, vas a ser vos quien pase al
calabozo mañana, porque remití la denuncia de violación del reglamento por no
dejarme salir a los 15 días de los 30 que me regalaste. Mi amigo el Coronel
falló a mi favor, para que veas que no es necesario ser Sargento, tener
autoridad ni andar midiendo valores. Muchas veces alcanza sólo y simplemente
con caer en gracia…
Y ahí se quedó en aquel bar un
Alfajor de Pollo bebiendo cerveza.
Aunque un poco largo para las características del Taller, este es un relato en toda regla. Me han gustado mucho el tono y la intención que has usado, acompañado también de un excelente ritmo narrativo. Muy bien, Juan Roberto.
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