Mi caminata
preferida es la que hago alrededor de la montaña del Socorro. Gracias a una amiga que me dijo que esa
montaña era sanadora, empecé a ir allí los domingos. Llevo años conociéndola y perdiéndome en sus
encantos. Según me dicta el corazón, le
doy vuelta a la derecha o izquierda.
Hacia el lado que mira al mar o adentrándome en sus matorrales de
vegetación escasa aunque no faltan gran cantidad de tabaibas, cardones, lavanda
salvaje, verodes y otras plantas cuyos nombres desconozco. Unas de las que más me gustan son las
higueras que hay en una de sus faldas.
Cuando es la época de los higos, me pierdo en ellas y cosecho sus
frutos, con toda la frescura del mundo, como si se tratara de mi propia
finca. En realidad es un espacio natural
protegido. Sus dueños son unos seres
invisibles que lo habitan y los visibles que lo visitamos. Después de tantos años conociendo esa
montaña, siempre que puedo vuelvo a recorrerla.
No sé si es sanadora o no, lo que sí sé es que es encantadora y me da serenidad, tranquilidad, equilibrio y amor por
la naturaleza. En ella encuentro siempre
esa soledad relativa que busco a veces los domingos.
Bonita semblanza de una montaña que nos presentas como si de un ser vivo se tratara. Sin duda lo es porque vive para que gente como tú la recorra y la ame como tú lo haces.
ResponderEliminarTanta Frescura, tanto amor por la naturaleza. casi logro respirar esa montaña.
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