Manuela
espera como agua de mayo la tan deseada carta que, ya por hábito, llega cada
veinte de marzo, día de su cumpleaños.
Hace ya
treinta años que llegó la primera y, en este lapso de tiempo, nunca ha faltado
a su cita aquella hermosa y romántica carta de amor que Manuela recibe cada
cumpleaños, de parte de un anónimo.
Ella se
rompía la cabeza en pensar quién le mandaba esas tiernas cartas de amor que
tanto la motivaban y, por mucho que se esforzaba, no afloraba a su memoria
nadie, que ella conociera, que tuviera tal sensibilidad, como para escribir con
ese sentimiento.
Las iba
guardando con llave, junto con su pena y su pasión, en el más recóndito de su
silencio, por temor a que su marido se enterara.
Su marido
era un hombre bueno pero, un tanto tosco para ella y no contaban con mucha
química entre ellos. Entre los dos
existían diferencias pues uno era la profundidad del mar mientras que el otro
las aguas tranquilas de un arroyo. Eso
hacía mella en Manuela, que vivía con un brillo triste y cansino en la mirada,
sumergida en una eterna melancolía con raíces muy profundas.
El marido de
Manuela, la contemplaba en silencio y ella, intuyendo una sombra de
preocupación en su gesto, por temor a ser descubierta, lo endulzaba con una
sonrisa tierna, de despreocupación, que no había quien se la creyera.
Y pasó el
veinte de marzo y aquella vez la carta no acudió a la cita acostumbrada, como
Manuela esperaba.
Los días
siguieron pasando y la carta no llegaba.
Para cuando la razón la hizo entender lo que pasaba, ya Manuela llevaba
ocho meses de viuda y las heridas en el alma eran demasiado profundas y
difíciles de cicatrizar.
Preciosa historia, con ese sabor agridulce que toca las fibras de quien la lee.
ResponderEliminarMuy profundo y real como la vida misma. ¡ Felicidades!
ResponderEliminarQue lindo.
ResponderEliminarisabella
CARMEN
ResponderEliminarEste relato es precioso, romantico y triste,
yo como Manuela espero tus historias,felicidades
CARMEN.
Muy tierna y profunda,
ResponderEliminarun beso Rosa.