Entraste en
mi vida en un momento de debilidad, de estrés.
Aprovechaste esto para introducirte en mi cuerpo, en mi alma,
produciéndome un gran dolor; insoportable a veces.
Te agarraste
a mí como un gran cinturón reptante que me abrazaba hasta dejarme sin aliento,
sin la menor intención de abandonarme. Y
yo, sin saber el nombre de esa intrusa que estaba invadiendo mi vida.
Así fue
hasta que don Fulgencio, mi médico, me dijo tu nombre: Herpes Zoster. Cuando lo mencionó, vió mi cara de sorpresa y
sospechó que no te conocía. Entonces me
dijo:
-Su nombre
común es la culebrilla.
Bien llevado este simpático relato con ese humor sutil e inteligente que siempre deja sonrisas gratas y buen sabor de boca.
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