En la salud y en la enfermedad, en la pobreza y en la abundancia, en la alegría y en la tristeza, estarán hasta que la muerte los separe. Y así ha sido. Han caminado juntos a lo largo de casi toda una vida, apoyándose el uno en el otro; unas veces para reír y otras para llorar. Han creado una familia y, a través de sus hijos, han madurado y crecido como seres humanos. En comprensión, cariño y amor, les han dado lo mejor de los dos.
Siempre he
admirado a las parejas que han cumplido con ese sacramento del matrimonio
porque me confirman que sí existe esa unión de amor que yo no tuve la suerte de
tener. Por eso, amiga, te digo que
comprendo tu soledad y desamparo. Se fue
tu compañero de camino: hermano, en momentos hijo y padre. Hoy, desde tu soledad, que no es tal,
siéntete apoyada y valorada, no sólo por tus hijos y familiares sino también
por esta amiga que te apoya y comprende, que aunque ambas partimos del mismo
lugar y tenemos muchos puntos en común, tuvimos distinta suerte en la lotería
del matrimonio.
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