Eran las
once en punto de una noche de lluvia y mal tiempo. Ella estaba acostada, abrigada con su manta
preferida cuando, de pronto, escuchó un ruido, como si quisieran abrir la
puerta de su casa. La mujer se levantó
de un sobresalto y fue hacia la entrada con el corazón casi paralizado del
miedo. Al comprobar que efectivamente
alguien estaba intentando abrir, intentó pasar la llave pero era tanto el
terror que sentía que no acertaba a trancar.
Le parecía que la puerta se le venía encima, cuando el ruido se detuvo
repentinamente. Empezaba a intentar
tranquilizarse cuando el sonido volvió.
Estrella pensó para buscar una razón convincente que seguramente se
trataba del vecino del segundo que se había equivocado de piso. Necesitaba cerciorarse así que, decidida, lo
llamó por teléfono; nadie contestó. Su
histerismo iba en aumento y sin atreverse a abrir la puerta, intentó llamar por
teléfono a su amiga del tercero. Esta
vez sí contestaron. Su amiga le confirmó
haber escuchado lo mismo. Ambas se
pusieron de acuerdo en abrir sus puertas al mismo tiempo. Cuando lo hicieron dejaron de escuchar los
ruidos. Verificaron que la entrada del edificio estaba cerrada y por más que
buscaron por todas las escaleras y sus recovecos, no vieron a nadie. Todavía hoy no saben qué pasó, ni cuál fue el
origen de aquellos extraños ruidos, motivadores de aquellos minutos de pánico.
Auténtico miedo es el que deja traslucir este relato. Muy buena historia
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