El párroco
don Ruperto llegó puntual como siempre.
Preparó todo lo necesario para la celebración del santo sacramento del
matrimonio; una boda con misa que debía oficiar a las dieciocho y treinta. Lo dispuso todo con cuidado y llegado el
momento, se instaló cerca del altar.
Desde allí pudo observar como entre los asistentes que ya habían llegado
al templo, se oían todo tipo de comentarios: el novio no llega, qué le pasará
al novio, la novia lo está esperando, se habrá arrepentido. Don Ruperto, desesperado e impaciente le preguntó
a una invitada de la primera fila qué ocurría.
La señora le contestó que como estaba lloviendo, quizá el mal tiempo
estaba retrasando al novio pero…, los minutos pasaban y pasaban…, mientras los murmullos y la angustia mal
disimulada crecían y crecían, sin que el novio llegara.
Este suspense final es muy efectivo pues el lector puede darle la conclusión que quiera a este relato. Muy bien.
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