Me gusta
bailar. Cuando era joven existían los
bailes de fin de semana a donde iban las madres con sus hijas, a cuidarlas por
supuesto.
Yo trabajaba
los sábados hasta muy tarde y llegaba a casa muy cansada, sin ganas de bailes, sin embargo, mi madre me obligaba a ir ya que
mi hermana mayor no quería perderse ni uno.
-Yo no voy a
ir al baile con lo vieja que soy y dejar a la joven en casa- me decía mi madre.
Así que,
cansada y todo, no me quedaba otro remedio que obedecer. Por eso, había de pasar muchos años para que
le cogiera sabor a los bailes.
Hoy en día,
me gusta bailar de vez en cuando, con un buen bailarín…, es decir, con hombre y
pegado porque, como dice la canción de Sergio Dalma, bailar pegado es bailar.
Disfruto mucho leyendo historias que, como ésta tuya, vienen dadas de mano con alguna anécdota personal; memorias pasadas llenas de autenticidad.
ResponderEliminar