Todas
las mañanas de aquel verano de hace seis años atrás, viajábamos –aún medio
dormidos –en la misma guagua. Entre
nosotros, había una mujer de pelo gris que, cada mañana, se dirigía a un centro
de recreo para personas jubiladas.
Encorvada y triste, subía penosamente los escalones de la guagua y se
sentaba sola, detrás del conductor.
Nadie reparaba mucho en su presencia.
Así
hasta aquel día de julio, cuando saludó al chofer antes de ocupar su asiento,
volvió la miope mirada hacia el fondo del vehículo y esbozó una sonrisa. El conductor respondió con una inclinación de
cabeza. A la mañana siguiente, la mujer
subió a la guagua con paso vivaz, sonrió abiertamente y dijo en voz alta: ¡les
deseo a todos ustedes un hermoso día!.
Sorprendidos, algunos nos volvimos a mirarla y respondimos con un buenos
días.
Una
de aquellas mañanas, subió a la guagua con un ramillete de flores silvestres en
la mano. El conductor sonrió y le
preguntó: ¿Te has conseguido un novio, Regina?.
La mujer hizo un tímido gesto de asentimiento. Todos los pasajeros silbaron y
aplaudieron. Desde entonces, todos los
días nuestro personaje aparecía con una flor y algunos de los pasajeros más
asiduos llegaban con flores para añadirlas a su ramo.
El
verano llegó a su fin, dando paso al otoño.
Un lunes, nuestra amiga no se presentó en la parada habitual. Como tampoco estuvo allí los días que
siguieron. El viernes, al parar la guagua en el centro de recreo, uno de los
pasajeros le pidió al conductor si esperaba un momento. Todos contuvimos el aliento, mientras se
dirigía a la puerta para preguntar por nuestra amiga. La señora Regina está bien, informaron, pero
no había acudido al centro en los últimos días porque alguien muy querido para
ella había fallecido.
El
lunes siguiente, tampoco se encontraba en la parada aquella mujer que nunca nos
fallaba. Todos íbamos en la guagua tan
callados como si estuviéramos en una iglesia.
Aunque no nos pusimos de acuerdo, todos llevábamos entre las manos un
ramo de flores silvestres.
Bonita historia, muy bien contada. Con el tono y el ritmo precisos y un final agridulce que sin duda emociona.
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