En aquel pueblo todo se veía triste, nadie
sonreía. Los niños no jugaban porque el
rey de aquel país tenía prohibido ser feliz.
Hasta que un día apareció un hada y, al darse cuenta de lo que allí
sucedía, pensó que no podía ser que nadie sonriera, así que
moviendo su varita mágica, hizo que las risas, sonrisas y juegos volvieran a
aquel lugar.
El Rey se sintió indignado y preguntó con qué
permiso osaban reírse en Pueblotriste, que aquello estaba prohibido, pero nadie
le hizo caso y los niños siguieron jugando y los adultos riendo. El Rey se puso de muy mal genio y farfullando
se refugió en su castillo, mientras el hada siguió con su varita mágica
repartiendo felicidad a todos los que allí vivían.
Desde entonces, todo es alegría y ahora el pueblo
cambió de nombre. Como podrán suponer,
pasó de ser Pueblotriste a llamarse Puebloalegre.
Simpática historia de corte infantil, ante la cual no puedo dejar de plantearme que ojalá pasara por aquí, en los tiempos que corren, esa hada y su varita mágica; ¡qué bien haría!.
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