Después de haber sucumbido al deseo
de leer una carta no dirigida a ella, la quemó. Tenía que guardar aquello en
secreto. No quería ni pensar en las consecuencias que se originarían si Eva se
enteraba de que había defraudado la confianza que le había depositado
contándole acerca de esa nueva relación, y que sería terrible que
transcendiera, ya que se trataba de un hombre casado. Sabía que ahora se
encontraba en una situación comprometida, la curiosidad y el demonio de los
celos le habían tentado y fueron más fuertes que la fidelidad hacia su amiga, a
la que envidiaba. Mientras yo todavía no he encontrado a mi compañero de viaje
–cavilaba ella- y el que quiero no
repara en mí, Eva sin embargo tiene una facilidad innata para comenzar nuevos
idilios, no me parece justa la vida o el destino, qué sé yo.
Pero su tropiezo fue doblemente
mayor, y su desdicha, al terminar de leer. El firmante de la carta era Alberto,
el hombre en que ella había puesto sus ojos. Así que, desconsoladamente y con
rabia quemó la carta.
Relato de final cerrado que, sin embargo, lleva a sus espaldas el peso de una historia que tiene indicios de continuar para ser contada. Muy bueno el ritmo narrativo.
ResponderEliminar