Encendió una vela al llegar a su
habitación. En la penumbra abrió la
carta y su olfato percibió el aroma de su cuerpo…, pero él ya no estaba en la
cama donde lo había dejado. ¿En qué
momento se fue?, se preguntó Beatriz.
Sería cuando yo estaba en el salón tratando de organizar mis perturbados
pensamientos. ¿Quizás se ha dado cuenta
de mi insensata actitud?. Habrá
adivinado que me estoy debatiendo entre sus brazos y los del otro, ese que me ha
mandado la carta, el escondido, el imposible… Seguro que se ha percatado de que
me oculto para leer ciertas cartas.
Desde que conocí al otro, no logro pensar con claridad, no sé por cuál
decidirme. ¡Qué incertidumbre! ¡Qué infierno!
¿Por qué tuve que ir a esa reunión sola? ¿Por qué tuve que conocer al
otro?. Me ha descolocado la vida, ahora
todo mi mundo, toda mi paz, lo que tenía como cierto, todo se tambalea. Las dudas me producen una terrible
desazón. ¿Y la carta? Con esta angustia ni la he leído, a ver. Vaya, esto no lo esperaba, me pide que no nos
veamos más, que su mujer ha descubierto
su infidelidad, que tal vez lo perdonará, así es mi querida Beatriz, punto
final a nuestra aventura. ¿Aventura?
¿Eso es lo que he sido para él? ¿Y en qué lugar quedo yo ahora que anhelo sus
besos, ahora que lo llevo dentro del alma?
Me siento tan abatida, tan vulnerable.
Estoy invadida por la desesperanza.
Cartas definitivas, que marcan un antes y un después. Me gusta que, aunque el trasfondo de la historia es triste y hasta podría ser dramático, tú has sabido contarla con la distancia justa y el tono preciso para teñir la trama de cierta jocosidad que le resta gravedad al asunto, y se agradece.
ResponderEliminarUn gran relato sin duda. Tu amigo secreto.
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