JUEGO DE MANOS
Esta es la historia de dos hermanos
que cuando eran pequeños, con sus manos se acariciaban, se pasaban el pan de la
mesa, se abrazaban, se saludaban, también de vez en cuando se daban algún
cachete.
A la vuelta de los años, ya con
hijos y precisamente por ellos, esas mismas manos acariciadoras, se
convirtieron en garras de destrucción y lo que fue un juego de manos,
afectuoso, caluroso, de hermanos, se convirtió en JUEGO DE VILLANOS,
olvidándose del amor que se tuvieron y de la importancia que tienen los lazos
familiares.
Sería maravilloso, que algún día no
muy lejano, obraran con cordura y raciocinio y que ese juego inocente del amor
filial perdurara generación tras generación procurando no caer en las redes del
juego malicioso.
JUEGO CONCILIADOR.
Cada sábado desde hace ya más de
diez años, se reúnen para jugar a las cartas, es la excusa para verse, para
hablar de política, para comentar las amarguras y alegrías, incluso apostando
algún dinerillo.
Procuran no faltar porque, aun
siendo familia, es el único día de la semana que se miran a los ojos con calma y se abrazan, se tocan,
en resumen, el juego es quien los une; aunque parezca contradictorio, así es.
Se espera al sábado para reunirse
con entusiasmo y disfrutar de la timba, pero sobre todo de la buena compañía,
aderezada con algunas exquisitas viandas.
El primer relato es un breve pero intenso esbozo de una historia de tintes tristes que conmueve a quien la lee. Mientras que el segundo parece ser la otra cara de la misma moneda. Una más benigna, más dulce y placentera. Juntas, cada una otorga más peso e intensidad a la otra
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