Encendió una vela para poder leer la
carta que había estado ocultando en el bolsillo de su delantal. Había llegado la hora de sucumbir al deseo de
saber quién escribía las palabras de pasión que habían hecho que su rostro se ruborizase
y sus manos temblaran. Se sentó; un
vahído le inundó el alma de amargura y furia.
Leía con avidez deseando llegar al final; cada vez más cerca de conocer
a su autor. Apenas tres líneas le
faltaban cuando el marido entró en la estancia.
En un rápido movimiento la guardó en el delantal sin ser descubierta. Su marido nunca sabría que esta carta era para
él.
Maestra del microrrelato, otra muestra de ello. Entras en materia directamente, planteas la trama de forma natural, concluyes dejando que el lector coloque lo demás; efluvios y sensaciones.
ResponderEliminarComo me gustan tus relatos. Ana.
ResponderEliminarLigeros directos llenos de contenidos interesantes.y sorprendentes.