Abrí compulsivamente tu carta, presta a sucumbir al deseo de
reunirme contigo. Mientras la abría,
soñaba con ese momento que pasó por mi mente tan rápido como un rayo de
luz. Me llevé un disgusto al comprobar
que se trataba de una despedida muy cordial, pero muy fría; habías encontrado
otro amor y pensabas seguir ese nuevo camino, en el que yo no tenía cabida.
Me senté y comencé a analizar mi vida. La había dedicado enteramente a ti y ahora me
sentía sola, abandonada, engañada. En un
acto de rebeldía, me llené de valor pensando que debía tratar de rehacer mi vida,
que el mundo no se acababa, aunque sabía que me costaría dolor y sufrimiento,
ya no era tan joven, y el tiempo había pasado, me sentía estafada y vacía.
Pese a todo, me prometí salir de este paso, por dignidad y
orgullo lo voy a lograr. Empiezo en este
mismo momento. Has dejado de existir para
mí.
Me gusta que con el punto final de este relato, comience otra historia, que aunque no esté escrita, quien lee vislumbra como un camino nuevo, abierto a la ilusión y a la esperanza.
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