Debo
confesar que…, todo comenzó como un juego. Sí, como un estúpido juego. Ahora
comprendo que fue un juego absurdo, peligroso,
y cruel. Aún no me explico de donde me nació tanto ensañamiento, ¡mi
naturaleza siempre ha sido contrapuesta
a ello!, o… ¿quizás no me conocía tan bien como yo creía?.
Haciendo recuento de lo sucedido, siento profunda vergüenza de mis actos. Me
doy cuenta hasta qué punto he jugado vilmente con las ilusiones y anhelos de un ser humano sin el
menor atisbo de piedad. ¿Cómo he podido
–tan sólo por diversión- suscitar un sentimiento de amor tan profundo sin
corresponder a ello y después destruirlo con tanta crueldad? ¡No puede caerse
más bajo!.
Sé
que por ello deberé soportar una pesada carga el resto de mi existencia; tan
solo expiar el daño causado dará paz a mi conciencia. Mas, soy consciente de
que un agravio de esa magnitud es casi imposible de reparar, aun así, he de
intentarlo cuantas veces sea preciso, ¡el resto de mi vida si es necesario!.
Un juego, un estúpido juego…, ¡ha
cambiado tantas vidas!.
Monólogo fustigador en el que la protagonista se ha convertido en verdugo de sí misma, cargando sobre ella todo el peso de la culpa. Narración limpia, de lenguaje efectivo
ResponderEliminar