Reírse de uno mismo
sin dejar de reírse, eso...es imposible. Ahí es cuando nos damos cuenta del
trabajo personal de cada uno. Las cosas son como son, sólo hay que aceptarlas,
nada más.
En mi caso, por
ejemplo; al levantarme por la mañana, a la hora de arreglarme frente al espejo,
hago morritos, me parece a mí que estoy más mona...pero es de risa. El pelo...,
madre mía, tremenda incógnita, todos los días me pregunto por qué Dios no me
dio más pelo; me faltó un poquito más. Sobre todo en el fleco. Me visto y lo primero
que me miro es el culo, ¿para qué? Digo yo, si no es mi fuerte… A lo mejor,
espero que cualquier mañana, de repente, me salga más. Quien pensó en mí,
prefirió darme personalidad; yo se lo agradezco, ahora…¡los sujetadores más
bonitos son los de las tallas pequeñas!.
Otra cosa, a la hora
de conducir cualquier coche, al bajarme de él, tengo que rodar la butaca para
atrás: pareciera que no quepo en él, como si fuera gordísima…
¡¡Ah…!! Otra cosa más,
a la hora de hacer cualquier actividad que me proponga, doy muchas vueltas; …pierdo
el hilo.
A veces me desespero
yo misma.
Te has quedado a gusto poniéndote bonita, ¿¿eh??. Buen ejercicio de cómica introspección. Desde afuera, los otros a veces nos ven de otra forma. A mí, por ejemplo, me encanta la hechicera que hay en ti.
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