Cada vez que podía
realizaba el viaje.
Cuando llegaba a la
isla, nos reuníamos siempre en el mismo lugar cada verano. Yo, venía desde
Caracas, ellos, desde la respectiva isla
donde estudiaban; veníamos a disfrutar de
una época de sol, mar y fiestas.
Días de verano que yo
aprovechaba al máximo junto a Teresa, amiga inseparable de andanzas estivales.
Ella, extrovertida y alegre, gustaba de la aventura y, así, nos aventurábamos a
explorar caminos y parajes de la isla.
Otras veces, nos
reuníamos toda la peña. Éramos un grupo de temperamentos diversos. A la mayoría
de ellos les apasionaba el mar, disfrutar de las fiestas y las bromas; algunos
tímidos y otros comunicativos, pero todos con las mismas ganas de pasarlo bien.
Aquellos bailes eran
una novedad para mí, algo diferente a lo que estaba acostumbrada, y me gustaba
observar a mis amigos en su ambiente natural; Teresa, bromeaba y reía,
coqueteando con los chicos; los muchachos del grupo, paseaban por la plaza,
buscando a la chica más guapa para sacarla a bailar; eso de vez en cuando
ocasionaba alguna que otra discusión entre ellos, que ponían sus ojos en la
misma joven, pero, pronto se solucionaba y volvía todo a la normalidad.
Yo bailaba toda la
noche, reía y me lo pasaba en grande.
Así fue como hice
buenos amigos que, todavía hoy conservo.
Que buenos veranos
pasamos juntos. Ellos los recuerdan con cariño…, les aseguro que yo, aún más.
¿Qué tendrán los veranos que siempre marcan? Los de ayer, los de hoy, seguro que los de mañana; los estíos siempre llegan cargados de expectativas y se marchan henchidos de recuerdos, como los tuyos
ResponderEliminar¡¡Que veranos más guay¡¡ y eso que yo digo "ahora" que detesto los veranos porque me agobia el calor pero... ,recordando los de antaño, la verdad es que siento añoranza. Bonito relato el tuyo.
ResponderEliminarUnos cuantos recuerdos me has evocado con este relato.
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