Cuando se abrió la
puerta de aquel ascensor, mi cuerpo salió por inercia propia y mi mente estaba
pensando qué sería lo que te diría. Me paré en seco, pensando que me había
equivocado de piso, pero no podía ser, ¡qué
confusión!, no entendía nada…y de repente, oí a alguien que me llamaba…Sandra…me
decían, espera, no te vayas así, por favor aguarda un momento.
Aquella voz me resultaba
familiar, pero no lograba recordar de quién se trataba. Así que confundida por
la desorientación del momento, me di la vuelta y me quedé peor todavía, …no
podía reaccionar, no comprendía que estaba pasando.
Me encontraba de nuevo
en aquel momento de mi vida, ese que fue decisivo..., el que marcó un nuevo
rumbo para todos.
Y enseguida pensé, ¿me
han dado la oportunidad otra vez, para saber si tomando otra decisión, las
cosas serían diferentes?. Decidí no contarle en ese instante, lo que hacía
tiempo te había revelado, entonces no estabas preparada y mucho menos hoy. Así
que me fui de aquel lugar, dejándote en tu mundo feliz, en el mundo en el que
tú quieres vivir, en el que tú crees. Esta vez sin intención ninguna de hacerte
cambiar de idea, sin alterar ni un ápice de tu vida. Tenía la sensación de que
me había quitado un gran peso de encima, me sentía más tranquila. Me dirigí al
ascensor y de nuevo volví a estar aquí, entre mis cosas, en mi presente.
Todavía no lo sé, si lo soñé o lo viví realmente. Tal vez hice yo misma una
regresión al punto de mi vida que más me atormentaba, para aliviar de alguna
manera mi conciencia.
Volver al pasado para reafirmarse, para comprobar que las decisiones tomadas fueron las correctas y que hay que seguir adelante, siempre. De eso me habla tu escrito, Sandra. ¡Casi nada!
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