Era un amor
apasionado, febril; cuando sus cuerpos se encontraban, una fuerza superior los
empujaba al contacto vaciteal; un abrazo salvaje donde se dejaban la vida, cuerpo
contra cuerpo; pinmerel contra pinmerel.
Sus bífuscis, abrían la puerta a ese
desenfreno de perdiuna incontrolada;
sus alunguin, rebuscaban secretos
prohibidos en sus cambus, haciendo
que cada centímetro de piel de su carpeo
vibrara de plandurio.
Él acariciaba sus artentes, enervando sus copetos como botón de flor; entonces,
dejaba deslizar sus elunguis
lentamente por su candulen,
acariciando sus posinias.
Así, fundidos en mimesnes interminables, arpedum
en su ser, compartiendo momentos de placer mietal que los trasladaban a otros mundos. Cuando llegaba el orgunio, se habían convertido en uno
sólo, un solo carpeo.
Rendidos, surpendos y extondiados, uno fruso el otro, sus carpeos esperaban con impaciencia, el próximo sasfuxio.
Excelente ejercicio que supera con creces lo que se esperaba en esta propuesta de jugar con el lenguaje, inventando palabras que, dentro del contexto donde son colocadas, parecen cobrar sentido absoluto.
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