Solía
odiar los besos babosos pero algo hizo que aquella tarde empezara a verlo de
manera distinta. Les cuento que, para
que Paco se calme cuando yo llegó de la calle, tengo que cogerlo en brazos y él
se priva por darme lengüetazos en la cara; cosa que yo no soporto porque odio
que me dé sus besitos babosos…que me dan un asco terrible.
Cuando
lo tomo en mis brazos para que se calme, suelo girar mi cara hacia el otro lado
hasta que aquella tarde mi percepción cambió, al comprobar que él también hacía
lo mismo: daba vuelta a su hocico al lado contrario que el mío. ¿Será para que yo no lo babee? Se me olvido
decirles que Paco es mi perro.
Muy bien, Esther. Muy simpático. El hecho de que aclares quién es Paco, solo al final, le suma gracia al relato
ResponderEliminarQué perrito tan consentido. aunque yo no tengo mascotas me encanta cuando las quieren así. Alicia.
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