Aquella
cosa llegó a nuestras vidas el otoño en que nos casamos.
Un día, revisando los regalos que
nos habían enviado procedentes de nuestra lista de boda; uno él, otro yo, precisamente en uno de mis
turnos, fue cuando encontré en mis manos
la cosa más extraña que había visto en mi vida.
Enseguida pensé que o no era
nuestro o alguien lo había enviado para sorprendernos, y si esa había sido su
intención, lo consiguió.
Una cajita de terciopelo rojo, en su
interior una especie de torta naranja. Apenas lo tocamos, su color, forma y
olor cambió por completo, pero no sólo él, todo lo que estaba a su alrededor
también, incluso la persona que lo tocaba,
que según el color que tomara, cambiaba su estado de ánimo. La sorpresa
era que nunca sabíamos qué color tomaría, si cambiaba a negro, inmediatamente
había que volverlo a tocar, ese color se relaciona con algo malo, la oscuridad,
la muerte… Imagínense todos los muebles, adornos, cuadros… negros, y mi estado
de ánimo, porque fui quien lo tocó, negro.
A medida que lo iba tocando, para
que volviera a la normalidad, todo cambiaba a verde, amarillo, blanco…, cuando
decidimos dejar de rozarlo todo estaba azul y mi estado de ánimo también, ¿se
imaginan un estado de ánimo, color azul?.
¿Qué les parece si comparamos los
colores con nuestro estado de ánimo?. ¿y a qué olerán?
Azul:
Blanco:
Amarillo:
Rojo:
Verde:
Negro:
Naranja:
Marrón:
La cosa en
cuestión, resultó ser un medidor de estado de ánimo. Su principal objetivo era
que tuviéramos en cuenta, antes de comprometernos a pasar toda “una vida juntos”, todas las
facetas por las que podríamos transitar, dependiendo, evidentemente, de nuestro
estado de ánimo.
Un excelente regalo de bodas, sin duda. Además de útil y valioso, divertido. ¿Será que algún día saldrá de este espacio narrativo y se convertirá en un invento real? Nos encantaría!!
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