Por culpa de
aquellas vacaciones, Pedro dejó de hablarle a Juan durante un tiempo
indefinido. Empezaba abril, cuando estos dos amigos inseparables por años,
decidieron organizar unas vacaciones juntos, como tantas otras veces y
compraron unos billetes para viajar a Italia en el mes de julio. Allí los esperaría Antonio, un magnífico
camarada que estaba estudiando en ese país.
Los tres juntos convertirían esas vacaciones en una experiencia
inolvidable.
Ya avanzado
mayo, Juan recibió una carta donde le notificaban que era beneficiario de una beca para estudiar idiomas,
por lo que debía incorporarse en el mes de julio. Juan, emocionado con la noticia, se lo
comunicó rápidamente a Pedro y éste, en vez de alegrarse por su amigo, estalló
en cólera. Sólo atinaba a preguntarle
que iba a pasar con las vacaciones que tenían organizadas. Juan le contestó que no había inconveniente,
sólo las aplazarían por un tiempo, o que viajara solo, que Antonio lo estaría
esperando.
A Pedro, esa
prórroga no le gustó y viajar solo mucho menos, así que le exigió a Juan que
cumpliera con lo acordado y si no… que le pagase el costo del billete. Juan calibró aquellas palabras, lo miró fríamente,
se dio media vuelta y se marchó.
Así terminó una amistad que nunca más se
recuperó. Y todo
El egoísmo juega malas pasadas. Deshacerse de la ilusión es, a veces, tarea difícil. Alegrarse de los logros de los demás como de los suyos propios, es cosa de almas generosas, alejadas de toda mezquindad. De todo eso me habla tu relato, Lilia.
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