Se encontró con un gran alboroto y
algarabía, había gente por todas partes, todos hablaban y gritaban a la vez,
parecía, nunca mejor dicho, un gallinero, sin orden ni forma.
Ella, llevándose las manos a la
cabeza se dijo: Dios mío nunca voy a salir de aquí.
Después de dos horas de cola y mucha
paciencia, de oír todos los comentarios altisonantes, lloros y lamentos con mal
presagios, al fin llegó a la ventanilla. Ella iba a un taller de perfeccionamiento
en Madrid y tenía que llevar aquel maletín que contenía sus instrumentos de
trabajo, todos aquellos males para quien la requisaba. Cuando se lo explicó al
funcionario, para su gran alivio, la comprendió
y le dijo: bueno pero lo tiene que pasar por equipaje.
Estuvo todo el viaje preocupada pero
su alegría fue cuando llegó a Barajas y en la cinta transportadora apareció su
maletita de mano con sus instrumentos de trabajo para un Congreso de Peluqueras.
Esto ocurrió el 15 de septiembre de
2001, el Taller y el viaje ya estaba comprado.
Un suceso anterior, en días cercanos, había cambiado el mundo.
Buena anécdota que dibuja perfectamente la psicosis en que entró el mundo de la aviación y los viajes, a partir de aquel fatídico 11 de septiembre
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