Si
Rita fuera Chapete, como muñeco de trapo que es, con esa figurilla tan cómica
que tiene, iría al Bazar donde viven todos los muñecos como él, además de todos
los juguetes que puedas imaginar. Actualmente
vive como todos en Gran Bazar y es el tercero de todos sus vecinos, porque
Chapete es malo, muy malo, rematadamente malo.
Sus travesuras y fechorías no tienen fin. La Pepona, el Bombero, la Pastora, Voltereta
y los demás muñecos que viven en la misma vitrina que Chapete están con el alma
en un hilo y todos piden a Dios que venga pronto algún comprador que cargue con
el terrible muñeco y les libre de este tormento.
Un
día, aburrido, Chapete, que había agotado ya los recursos de su imaginación y
que estaba desvelado, decidió salir de la vitrina y por enésima vez recorrer el
Bazar. Al empezar su recorrido, le dio
un tirón de pelos a la Pepona y de paso
escondió el casco del bombero. En una
casa de muñecas, la más linda del Bazar, hizo tal desaguisado, que a la mañana
siguiente al levantarse la dueña creyó volverse loca al encontrarse el
fregadero y las sartenes en el comedor, el armario de luna en la despensa, los
muebles de la sala encima del fogón, y la escoba y vajilla en el lavabo. ¡A por ese, a por ese!, gritaron unos cuantos
muñecos. Chapete, al verse descubierto,
corrió tanto que desapareció. En la
mañana, todos los muñecos levantaron la cabeza y quedaron estupefactos. Un globo rojo subía y subía hacia el cielo de
cristal. Al extremo de la cuerda pendían
Chapete y Pepona. Adios, amigos, dijo la
voz del fugitivo con una sonora carcajada.
¿Y qué pasó con Rita? Dile que regrese al cuento y que arregle este desaguisado, que le lea la cuartilla a Chapete y le dé consejos a la Pepona, que andar por los cielos de cristal con este personaje, muy seguro no debe ser. Divertido, Águeda.
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