Si
Bárbara fuera alquimista, iría a…la Edad Media.
Quién sabe si ya estuvo allí, compartiendo anaqueles con el mismísimo Merlín. Seguramente perteneció a una sociedad
secreta, liderada por hombres y mujeres de ciencia que luchaban contra el
oscurantismo y la teocracia que imperaba en la época. La educación, vetada a las mujeres, se hallaba
reducida tras los muros del convento.
Engendrar y obedecer a su marido era su único objetivo vital.
Posiblemente,
Bárbara fue instruida por su padre en la clandestinidad. Su progenitor le habrá mostrado el mundo del
conocimiento; mundo al que ya no podría renunciar, ávida de saber.
Quizá
fue perseguida y ajusticiada.
Quizá
fue acusada de brujería.
Quizá
fue sometida a escarnio público ante un pueblo ignorante.
Y
fue golpeada, insultada, vejada…
Es
posible que sus amigos y coetáneos Galileo o Leonardo da Vinci, la mantuvieran
escondida para protegerla de semejante barbarie.
Tal
vez pertenezca a ese grupo de mujeres que sacrificaron su vida por sus
convicciones, sus libertades: Hepatia, filósofa de Alejandría, quemada y
despedazada por negarse a abrazar la religión cristiana; o Trótula de Salerno,
médico y ginecóloga; o Hildegarda de Bingen, cosmóloga y médico. O tal vez, fue una activa sufragista en su
empeño por conseguir el voto femenino.
Adelantadas
a su época, todas ellas serán recordadas por su valentía y voluntad
férrea. Nacidas en una sociedad
retrógrada y misógina, no pudieron acallar sus voces, ni doblegar su pasión por
la cultura y la ciencia, ni tampoco su curiosidad innata, su deseo de conocer el
mundo, su mundo.
Tal
vez, Bárbara fue una gran mujer.
Tal
vez, hoy siga siéndolo.
Este si fuera, te ha servido de pretexto para rendir homenaje a esa cantidad de mujeres que han pasado por la historia para cambiarla, para dejar en ella huella y luz, a pesar de todos los obstáculos que tuvieron que salvar. Me ha gustado. Gracias, Roberto.
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